sábado, 27 de octubre de 2018

UN CUENTO PARA MI NIETO



No muy lejos de aquí hay un lugar mágico donde habitan la ilusión, la imaginación los sueños y la fantasía.

Es un paraje que tiene bosques de avellanos, de robles y de encinas y está poblado por ardillas, cabras, jabalíes y otros animales. Los cuervos, las águilas y los halcones anidan en sus árboles y en sus cerros. Tiene rocas que brillan como el oro y ventanas en las montañas  que se abren al mundo de la quimera, de la fantasía posible.






Aquí, en este sitio fabuloso nació hace muchos, muchos años un pequeño dinosaurio llamado Llampec.




Llampec era siempre muy alegre y divertido y un poco travieso y muy decidido. Se divertía mucho con sus amigos Blusmay, Murci y Lonek;


corrían y trotaban todo el día jugando al pica-pared, al escondite, al dinosaurio perdido… jugaban y jugaban hasta que cansados se sentaban y contaban historias y cuentos que ellos mismos inventaban. 
Un día que estaban charlando, tumbados en la hierba; Llampec  le preguntó a sus amigos si sabían qué había detrás de la ventana de roca; Blusmay no sabía nada, pero Murci que ya sabía volar, se había acercado un día a curiosear,  vio que al otro lado había un mundo muy diferente al suyo y Lonec les dijo que su papá le había advertido que no debía acercarse a la ventana porque podía ser peligroso.

A partir de entonces, cada día hablaban y hablaban del mundo imaginado que había detrás de la ventana mágica. Fueron pasando los días y los años y los cuatro amigos crecieron mucho y se hicieron enormes dinosaurios pero siempre tuvieron viva la curiosidad por conocer el mundo fantástico del otro lado de la ventana.
Así que un buen día decidieron ir hasta esa abertura y pasar juntos al otro lado.
De repente su mundo cambió, el cielo era más azul y las montañas, aunque parecidas eran diferentes, los árboles eran más pequeños, no vieron más dinosaurios que a ellos mismos y quedaron muy impresionados al ver a seres pequeños que andaban erguidos y hablaban y cantaban y reían y además se metían en cajas de colores con ruedas,  que se movían solas por caminos lisos y negros.

Fueron muchas cosas las que les sorprendieron sin darse cuenta que el paso por la ventana de la montaña había sido un viaje en el tiempo hacia el futuro.
Iban de un sitio a otro, mirando y admirándolo todo; con sus enormes pies daban fuertes zancadas que hacían temblar la tierra.
Las gentes y los animales de la zona huían, sin saber a dónde, espantados, más que por la visión de los dinosaurios, por el ruido tremendo que hacían sus pisadas.
Fue entonces cuando Edelweis, el hada de las montañas, que por aquí se llama Flordeneu y en  otros lugares la conocen por Flordenieve, se puso delante de ellos y muy seria y aparentemente enfadada, les regañó por asustar a todo el mundo
y les dijo que podían pasar por la ventana mágica siempre que quisieran, pero cuando estuvieran a este lado deberían ser más pausados y moverse con mucha calma y lentitud y además deberían camuflarse o disfrazarse con el terreno para no asustar a nadie, puesto que el mundo de los dinosaurios está al otro lado de la ventana, no en éste.
Llampec y sus amigos agradecieron a Edelweis que les permitiera visitar nuestro mundo y como les encanta convivir con la inocencia, la imaginación y los sueños de las niñas y  de los niños, pasan largas temporadas con nosotros disfrazados  de roca de montaña y moviéndose tan lentamente que casi nadie se entera de que son realmente dinosaurios.
El niño que me contó este cuento, me dijo que  mirando con mucha atención y mucha paciencia, descubrió a Llampec comiendo muy despacito unas hojas de avellano que crece muy cerca del sitio donde él está.

 También me dijo que Blusmi,  Murci y Lonec están cerca de Llampec,  pero solo son visibles si se buscan con los ojos infantiles de la imaginación.                                           
 Fin.
Para mi nieto Rubén.
Cuando el tiempo y la vida pongan en ti más experiencia y te hayan convertido en adulto, que ni la vida ni el tiempo te hayan podido quitar tu sonrisa, tu risa abierta y contagiosa, ni la limpieza de tu mirada, ni tu ilusión, ni tu imaginación, ni siquiera la inocencia, para que puedas ser un adulto inteligente y bueno, con alma de niño.
Tu abuelo José
Martes, 26 de abril de 2016
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