jueves, 29 de agosto de 2019

ZENOBIA Y JUAN RAMÓN, MÁS ALLÁ DE LA VIDA

Juan Ramón dominaba el pensamiento, el sentimiento y la palabra, era reservado y solitario, vestía de negro y lucía barba nazarena.
Zenobia, intelectual y políglota, jovialmente alegre y extrovertida, elegante, de mirada risueña y sonrisa seductora.
Se conocieron en 1913; él 32 años, ella 26.
Juan Ramón le dijo:
“Me parece que en usted ha tomado forma esa mujer que siempre me sonrió desde las estrellas. ¡Yo la he soñado a usted tantas veces! ¡Oh! ¡Gracias, Dios mío, gracias por esta bendición!”
Se casaron en 1916.
Formaron una pareja excepcional; al genio literario de Juan Ramón se unió la inteligencia práctica y  humana de Zenobia. Ella fue para el poeta además de esposa amante y confidente, musa inspiradora,  secretaria mecanógrafa,  administradora , psicóloga y  socióloga. 
Cuando la suerte o el destino une a dos seres tan distintos y que tan bien se complementan, surge el genio, casi irrepetible de esta pareja que firmaban con el nombre, intelectualmente común a ambos, de Juan Ramón Jiménez.
El 28 de octubre del 56 muere Zenobia a causa de un cáncer. Tres días antes, el 25, la academia sueca le había concedido el Nobel a Juan Ramón, quien en el discurso de agradecimiento dice:
“Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración hicieron, durante cuarenta años, mi trabajo posible. Hoy, sin ella, estoy desolado e indefenso.”
Juan Ramón murió dos años más tarde.
Juntos están en el cementerio de Moguer.
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En 1914 había muerto Platero: “A mediodía, Platero estaba muerto... Por la cuadra en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores...
- Platero, tú nos ves, ¿verdad? " , decía entonces Juan Ramón
Platero, ¿verdad que tú estás con Zenobia y Juan Ramón? ¿Sí?
Sí, “yo creo oír, sí, sí, yo oigo en el Poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero...”
¡Eternos!  ¡Zenobia, Platero, Juan Ramón! ¡ Sí, eternos!

José F. Álvarez 29 julio 2015
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